La separación o divorcio de una pareja se considera un acontecimiento vital estresante, que supone un importante impacto emocional no sólo sobre los miembros de la pareja, sino también sobre sus allegados. Cuando hay niños, las cosas se complican, puesto que las decisiones que tome la pareja sobre sus hijos pueden amortiguar o incrementar significativamente el impacto emocional que para ellos supone dicha separación, y determinar en gran medida su futuro. Por este motivo, el momento de la pre-ruptura y la ruptura son especialmente delicados.
Como toda crisis vital, una separación requiere un proceso de adaptación en el que se sucederán diferentes cambios, que variarán en función de las características personales de los implicados, como su capacidad para adaptarse a la nueva situación, sus experiencias previas o los rasgos de su personalidad.
Muchos psicólogos consideramos que una separación conlleva un proceso de duelo ocasionado por la ruptura en el que desaparece un elemento antes presente y al que se dirigían gran parte de los afectos: la pareja. Como en todo proceso de duelo, aspectos como el que la pérdida sea ‘anunciada’, o no, harán que varíe la forma de asimilarlo y el tiempo que se requiera para ello. En cualquier caso, el proceso de adaptación a la ruptura es un cambio lento, sin tiempos preestablecidos y, sobre todo, individual.
Todas las personas, en mayor o menor medida, sufren reacciones emocionales tras una separación. Entre las reacciones normales o adaptativas se encuentran sentimientos de pena o vacío, sensación de desorganización, incertidumbre e inseguridad.
En algunos casos se producen reacciones emocionales más complicadas, que pueden dar lugar a trastornos psicológicos, como es el caso del sentimiento de culpa persistente, el miedo intenso, las crisis de ansiedad, el llanto constante, el aislamiento, o una profunda rabia.
Fases de la separación
Primera fase del duelo
En los primeros días antes o después de la firma de papeles, se vivirá en gran medida toda la parte emocional, llanto , pena, preocupación, preguntas sobre el porqué de la situación, rememoración de momentos pasados, culpabilidades,etc.
Cuando pasamos por una etapa altamente emocional y estamos deprimidos , angustiados, etc, es mejor no tomar decisiones importantes porque podemos equivocarnos: nuestra culpabilidad o nuestra responsabilidad nos puede hacer tomar decisiones erróneas de las que nos arrepentiremos más adelante.
Si la situación se presenta de forma precipitada no hay que tomar decisiones: hay que buscar ayuda y asesorarse con un profesional que nos ayude. El profesional no estará involucrado emocionalmente y podrá luchar mejor por tus intereses y propiedades.
Segunda fase del duelo
Una vez superada esta primera fase se comienza una segunda etapa en la que la persona empieza a aceptar lo sucedido. Poco a poco se va adaptando a su nueva situación y aparecen nuevas preocupaciones como las pérdidas económicas, materiales, de propiedades…
Muchas personas aceptan sin luchar los pormenores de la separación: en muchos casos pierden, así, gran parte de sus derechos. Esto se debe a que toman decisiones en un momento poco adecuado.
Tercera fase del duelo
Una vez superada esta etapa la persona comienza a sentirse mejor y estará preparada para reorganizarse de nuevo. Se inicia una nueva vida en solitario y los remordimientos, resentimientos, odios, miedos e inseguridades solo servirán para paralizarse. Es el momento de reorganizarse economicamente, socialmente, el tiempo de ocio, etc.: ahí ya estaremos en el camino de la recuperación.
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